domingo, 28 de diciembre de 2008

El mundo, yo y el universo (1ª parte)


El bienestar o la paz interior son los estados a los que por naturaleza tiende el alma; la felicidad es el territorio donde quiere vivir la mente. Dos frases metafóricas y seis o siete conceptos subjetivos o abstractos: hay cosas difíciles de explicar o transmitir. Todos los organismos vivos buscamos las condiciones de vida que nos sean más favorables, un entorno que nos proporcione la mejor calidad de vida posible. Por ejemplo, la ameba, es el primer organismo unicelular vivo al que podemos atribuir un primer atisbo de consciencia a partir de su comportamiento inteligente consistente en evitar estímulos negativos (rangos de temperatura, concentración iónica, descargas eléctricas…)
Existimos muchas clases de organismos vivos, muchas órdenes, familias, géneros y especies, con muchos sub y sub, desde el phylum hasta llegar a cada ser vivo en particular, y el tema alcanzaría los límites de su complejidad si abordamos los reinos vegetal y hasta el mineral, ya que de hecho tan solo se trata de diferentes formas de consciencia (y no ya de grado!) Por lo tanto habrá que circunscribirse al ser humano, al homo sapiens en el grado evolutivo que ahora se encuentre, evolución la cual es por cierto vertiginosa desde hace unos 6.000 años, ojo al dato.
El ser humano, el animal homo sapiens, posee un alto grado de consciencia, es decir, de conocimiento de sí y de su entorno y de ambas en simultáneo, de su interacción o interconexión, así como de las consecuencias de actividad, en sí mismo, para su grupo de iguales y también en el mundo que lo rodea. El actual estado del saber tan sólo aprecia conductas mínimamente parecidas en algunos primates (ver Proyecto simio: www.proyectogransimio.org/index.php) encontrándose comportamientos colaborativos y también de ayuda entre miembros de la misma especie o grupo. Son excepcionales aunque existen también relaciones de colaboración y ayuda entre animales de distinta especie, que van más allá de la simbiosis, éstas últimas muy frecuentes. El ser humano, por lo que sabemos, es el único que puede metacomunicar, es decir, no ya únicamente hablar sobre sí mismo sino que puede hablar sobre lo que se habla, como dicen los filósofos pasar del plano lógico al ontológico. Llegados aquí es bueno apuntar que una de las causas del desarrollo intelectual ha sido el propio desarrollo del lenguaje (y viceversa! Estudiado por psicólogos y lingüistas: Vigotsky, Piaget, Chomsky…). Existen árboles que se comunican con otros desprendiendo sustancias que avisan de determinadas amenazas y animales como las ballenas de las cuales todavía no se ha desentrañado su lenguaje. Y por terminar de presentar los escurridizos límites en la evolución de las especies y la aparición de la consciencia humana, contemplar la dimensión cultural, ya que se da el caso de especies en que sus diferentes grupos utilizan diferentes utensilios o procedimientos para recolectar, comer o cazar… y encima lo transmiten por educación! Y no quisiera acabar sin mencionar que también se pueden observar comportamientos que entrarían dentro del campo de la ética.
Desde los protozoos hasta la consciencia humana hay un camino de millones de años, pasando por el cerebro reptiliano y muchas estaciones y apeaderos. Consciencia es la inteligencia, el saber entender las cosas que nos rodean a fin de orientar nuestra conducta; la conciencia es la valoración que hacemos nosotros mismos acerca de nuestra propia conducta en ese entorno. La mente es finalista, busca lo que piensa mejor; la conciencia se conduce desde la valoración y persigue el bien… la primera surge de la inteligencia, la segunda del “alma”. Y como planteaba al inicio conseguir un estado de paz y bienestar tan solo se podrá alcanzar y mantener generando a partir de ésta comportamientos éticos y realimentándola de sus efectos en el entorno o del comportamiento en sí mismo.

martes, 2 de diciembre de 2008

Para empezar, unos apuntes.


El mundo que nos rodea es, de alguna forma, aquello que sentimos e interpretamos, en clave personal. Es decir, desde nuestra cabeza y desde nuestro corazón; aún más claramente, desde las ideas e informaciones de nuestra mente así como por las sensaciones y emociones que producen, en lo que podemos llamar alma o quizá psiquismo. Ambas se re-alimentan, como el huevo y la gallina, pero ciertamente resuenan en nuestro organismo y orientan nuestras actuaciones y comportamiento.

Vamos construyendo una visión de las cosas, del mundo, de las personas... y de cualquier cosa o campo de saber. La mayor parte nos viene por educación, formal e informal, y algunas por experiencia, aunque pocas veces hay experiencia pura porque siempre está tamizada por referentes previos. Es un tema harto discutido en la filosofía clásica y un complicado debate en el campo de la psicología. Nosotros no creo que tampoco podamos resolverlo, pero hay dos certezas que nos pueden servir de base para el trabajo:

1. Siempre, frente a cualquier objeto del mundo, tenemos algún tipo de referente (idea, información, conocimiento científico, prejuicio, estereotipo, sentido común, visión religiosa ...).

2. Existen vivencias subjetivas únicas las cuales nos aportan un conocimiento nuevo o ampliado de realidades diversas, hasta el punto de suponer la aparición de un nuevo saber o una modificación de lo ya conocido (intuiciones, insigths _ver gestalt_ evidencias expontáneas... incluso sueños).

Este segundo punto es más controvertido, es subjetivo, ontológico, no mesurable y difícilmente transmisible: es pues, experiencial, por definición, y su transmisión suele resultar hermética, si no imposible. Tan sólo quedan las vías del cuento, la metáfora y el arte, harto esotéricas a ojos de muchos. Cuando Emilio, en el libro del mismo nombre de Rousseau, viendo una puesta de sol y teniendo una formación atea exclama algo así como "Debe haber un creador de tanta belleza, un Diós que lo haga posible" nos refiere a una vivencia pura. El budismo promueve la atención, el estar atento y sin buscarlo, a momentos que inesperadamente llegan y producen una sensación peculiar entre el vacio y la plenitud y que se caracterizan por una nítida visión o sensación dentro de lo cotidiano... y que suele ser fugaz. Os invito a estar atentos sin pretenderlo; cuando llega vivirlo y cuando se marcha dejarla desvanecer, quedándose con la serenidad o alegría que te han aportado esos instantes o segundos tan especiales. Realmente, cuando los vivo, me bañan en una dulce felicidad; y que dure lo que dure. Es lo más sencillo y ocurre en nuestra vida cotidiana, si.
Finalmente, otra vía más disciplinada, para acceder a vivencias directas y no contaminadas por la experiencia previa es la meditación, a la cual trataré de dedicar algún artículo. De la misma forma, el yoga, el tai xi, y las disciplinas bioenergéticas de oriente y occidente pueden hacer una buena aportación. Ah, los rituales chamánicos los dejo apartados por desconocimiento, y también, en mi actual estado de conocimiento descarto el uso de susbtancias o plantas psicoestimulantes o enterógenas. No se trata en ningún momento de cambiar o alterar la consciencia, si no todo lo contrario: acceder plenamente a la consciencia, ser enteramente consciente.

Y ahora que ya he propuesto unas vías de trabajo, en el próximo tema trataremos de ver las implicaciones que las visiones que tengamos del mundo desprenderan unos valores que guiaran nuestro comportamiento en uno u otro sentido, nuestra forma de relacionarnos con todo cuanto nos rodea.