martes, 2 de diciembre de 2008

Para empezar, unos apuntes.


El mundo que nos rodea es, de alguna forma, aquello que sentimos e interpretamos, en clave personal. Es decir, desde nuestra cabeza y desde nuestro corazón; aún más claramente, desde las ideas e informaciones de nuestra mente así como por las sensaciones y emociones que producen, en lo que podemos llamar alma o quizá psiquismo. Ambas se re-alimentan, como el huevo y la gallina, pero ciertamente resuenan en nuestro organismo y orientan nuestras actuaciones y comportamiento.

Vamos construyendo una visión de las cosas, del mundo, de las personas... y de cualquier cosa o campo de saber. La mayor parte nos viene por educación, formal e informal, y algunas por experiencia, aunque pocas veces hay experiencia pura porque siempre está tamizada por referentes previos. Es un tema harto discutido en la filosofía clásica y un complicado debate en el campo de la psicología. Nosotros no creo que tampoco podamos resolverlo, pero hay dos certezas que nos pueden servir de base para el trabajo:

1. Siempre, frente a cualquier objeto del mundo, tenemos algún tipo de referente (idea, información, conocimiento científico, prejuicio, estereotipo, sentido común, visión religiosa ...).

2. Existen vivencias subjetivas únicas las cuales nos aportan un conocimiento nuevo o ampliado de realidades diversas, hasta el punto de suponer la aparición de un nuevo saber o una modificación de lo ya conocido (intuiciones, insigths _ver gestalt_ evidencias expontáneas... incluso sueños).

Este segundo punto es más controvertido, es subjetivo, ontológico, no mesurable y difícilmente transmisible: es pues, experiencial, por definición, y su transmisión suele resultar hermética, si no imposible. Tan sólo quedan las vías del cuento, la metáfora y el arte, harto esotéricas a ojos de muchos. Cuando Emilio, en el libro del mismo nombre de Rousseau, viendo una puesta de sol y teniendo una formación atea exclama algo así como "Debe haber un creador de tanta belleza, un Diós que lo haga posible" nos refiere a una vivencia pura. El budismo promueve la atención, el estar atento y sin buscarlo, a momentos que inesperadamente llegan y producen una sensación peculiar entre el vacio y la plenitud y que se caracterizan por una nítida visión o sensación dentro de lo cotidiano... y que suele ser fugaz. Os invito a estar atentos sin pretenderlo; cuando llega vivirlo y cuando se marcha dejarla desvanecer, quedándose con la serenidad o alegría que te han aportado esos instantes o segundos tan especiales. Realmente, cuando los vivo, me bañan en una dulce felicidad; y que dure lo que dure. Es lo más sencillo y ocurre en nuestra vida cotidiana, si.
Finalmente, otra vía más disciplinada, para acceder a vivencias directas y no contaminadas por la experiencia previa es la meditación, a la cual trataré de dedicar algún artículo. De la misma forma, el yoga, el tai xi, y las disciplinas bioenergéticas de oriente y occidente pueden hacer una buena aportación. Ah, los rituales chamánicos los dejo apartados por desconocimiento, y también, en mi actual estado de conocimiento descarto el uso de susbtancias o plantas psicoestimulantes o enterógenas. No se trata en ningún momento de cambiar o alterar la consciencia, si no todo lo contrario: acceder plenamente a la consciencia, ser enteramente consciente.

Y ahora que ya he propuesto unas vías de trabajo, en el próximo tema trataremos de ver las implicaciones que las visiones que tengamos del mundo desprenderan unos valores que guiaran nuestro comportamiento en uno u otro sentido, nuestra forma de relacionarnos con todo cuanto nos rodea.

No hay comentarios: